Cuando veo atrás y conecto con algunas de las ideas que compartía en mis talleres, me descubro diciendo algunas cosas desde la exigencia, desde cómo “debería ser” el orden, sosteniendo la idea de que todo se puede si se quiere.

Y ahora sé que a veces una quiere, pero no puede, porque la vida es compleja y dinámica. Y los recursos son limitados, como el tiempo, dinero y la energía.

Me entusiasma acompañar a mujeres desde mi ser mama de forma más compasiva y con más empatía.

El método que he creado, precisamente se apoya en estos pilares: ofrece flexibilidad y se adecúa al contexto de cada una.

Deseo que puedas danzar con la complejidad de tu vida y sus espacios, abrazarla y fluir, en vez de ignorarla ingenuamente y pretender vivir en un mundo perfecto.

El mundo perfecto no es real: ese donde nadie desordena, donde todos a tu alrededor te obedecen y comparten tu visión del orden y donde siempre te vas a sentir motivada en “hacer bien las cosas” para cumplir con las expectativas de orden de otros.

Ese mundo perfecto que existe en tu mente puede crearte falsas expectativas. Y las falsas expectativas son fatales, porque te predisponen a sentir que has fracasado.

Y eso es lo último que necesitas para avanzar de forma progresiva y empoderada en la conquista de tus espacios. 

Es por eso que decidí retar un poco el “deber ser” del mundo de la organización de espacios. El orden que yo promuevo es flexible y compasivo, toma en consideración el contexto de la persona, su nivel de energía, sus metas personales, sus recursos como tiempo y dinero, sus creencias, su mundo emocional. Es un orden consciente.

Ordenamos porque queremos hacer espacio para los temas realmente importantes, como nuestra familia, nuestro plan de vida, para descansar, y para disfrutar.

Cada una de nosotros es creadora de su realidad, y eso incluye nuestros hogares.

Entonces, si tú has creado el desorden y la acumulación de cosas, no basta con lidiar únicamente con las cosas ni el espacio, estas no son los “culpables”. Tienes que entender cómo contribuyes TÚ a esta situación incómoda y frustrante (el desorden tiende a hacernos sentir así, ¿verdad?).

Tienes que ir a la raíz del problema.

De lo contrario puede pasar que inviertas tiempo y dinero en restablecer el orden en un espacio, para que dentro de poco regrese a como estaba antes. Y eso sería una pena. A nadie le sobra el tiempo, y me imagino que a ti tampoco.